Los últimos rastros (Regensburg / Alemania)

Huyendo de la Oktoberfest el viajero ha llegado en la noche en el casco antiguo de Ratisbona, vago prestigio villa adornado pátina Danubio acabar con el otorgado a las ciudades universitarias cultivadas. Desde el primer viaje en busca de hotel bajo una llovizna tierna, ha dejado una impresión de la belleza sobria y difícil de alcanzar, más de golpe ese color. Saliendo por la mañana, como suele suceder, no reconoce nada de lo que vio en la noche, pero el personaje permanece. La gravedad atrae el Danubio (que no tiene ningún papel en la ciudad esperada) por una red de calles en el pasado medieval cobra vida de la mejor manera posible: no trabajan en la reconstrucción de cada edificio perdido, pero en la memoria misma de la pista, en el juego de pasajes semi semi y jardines que fomentan orígenes de trazas de convento o palacio. Memoria más viva y verdadera, paradójicamente, cuando el programador ha alterado la trama sin sacudirlo el pulso, la apertura de aquí y allá, espacios de ayuda dentro o bloques de conexión cuando sea necesario para el tránsito. Si se realizan estas operaciones, como es el caso con el conocimiento de las complejas leyes que rigen el crecimiento de la ciudad, es un ajuste natural y se beneficiará de ellos como la poda de árboles gracias sensible. El problema viene cuando (otra poda desconsiderado escarmentado) utilizaron tijeras para cortar toda posibilidad de movimiento y la respiración: a continuación, se obtiene un bonsai, que es una cosa agradable a la vista, pero inútil y vagamente inquietante.

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