Plaza Verde iba a ser el rompeolas, kilómetro cero, el comienzo y el final de los paseos. Makings tienen para ello, sin duda: paredes de piedra antigua, por un lado, la poderosa arquitectura italiana de los años veinte a la otra, el mar en la abertura de fondo una longitud horizonte. Pero esta tarde, festividad religiosa fantasmal no encontró en ella la animación que se puede esperar. Allí, a la salida de la ciudad vieja, grupos de hombres sentados chavalitos viendo correr el aire y cruce negro rápido de un lado a otro sólo para desahogarse. Pero en el centro de la plaza, que se alcanza a través de un tráfico desatentado e incluso en esta última atosigante tenue, la única actividad que se registra es el de los ganchos apáticos apáticos sobre el ofrecimiento de los fotógrafos retratan transeúntes en los ejercicios más ridículo: a bordo de un convertible o una Harley, en un encaje festoneado entrenador todavía unido a un caballo que se ve, sin pudor blanco, pluma cabeza solitaria, sentado en un sofá de terciopelo rojo en forma de corazón o en la imitación burda de una tienda de campaña con todas sus pertenencias. Todo es torpeza tan doloroso que uno no acaba de creer que la intención cazar con él. Primera lección: no buscan. Esta tercera fantasías de montaje no es una trampa para los pocos turistas, pero para los habitantes del pueblo a regresar a la capital encantados de enseñar a su foto en un BMW. El viajero viene a la mente la Puerta del Sol llena de mariachis. ¿Estos lugares que están condenados a la inconsistencia y refrito?