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Una de las tortugas del estanque, hace unos días. A.V.
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En el otoño de 2008 se confirmó que uno o varios malagueños descendían directamente del mono, sin necesidad de haber pasado por la fase Homo sapiens.
Por entonces, la concejala de Medio Ambiente Araceli González denunció que un grupo de arborícolas se había dedicado a matar varios patos del estanque de los Jardines de Pedro Luis Alonso, a lo largo de varios fines de semana.
El ataque animal a estos pobres animalitos se saldó con la muerte de varios patos, ocas y gansos. Algunos aparecieron degollados y como en el estanque flotaban naranjas, no fue extraño suponer que los goriláceos se dedicaron a liquidar a la mayoría de las pobres criaturitas a naranjazos.
Los patos y cisnes en el verano de 2008, antes de ser acribillados a naranjazos. Carlos Criado
Los patos, mayormente, provenían de los propios malagueños, que se desprendían de sus mascotas y las depositaban en este estanque.
Por culpa de estos bípedos de cerebro rapado, el Ayuntamiento de Málaga tuvo que plantearse el enviar los patos supervivientes a un sitio más seguro, el Centro Zoosanitario y cambiar de uso el estanque -algo complicado para un estanque- pero el caso es que lo consiguió.
Para empezar, en 2013 el Consistorio encargó tres grandes y preciosos murales de cerámica a la desaparecida ceramista Amparo Ruiz de Luna, dedicados a la vida en el mar, los pájaros y las plantas, respectivamente. Además, se decidió que el estanque albergara nenúfares y nunca más animales, por su seguridad.
A finales de ese año, el autor de estas líneas sorprendió a una garceta blanca bebiendo en el estanque antes de levantar el vuelo hacia otros andurriales.
El estanque, hace unos días. A.V.
En nuestros días, el estanque ha vuelto a recibir vida animal por el mismo procedimiento de siempre: la suelta de mascotas por los malagueños. Y como el Consistorio cerró con rejas las casetas en los que los patos dormían, lo que en su mayoría reciben ahora estas aguas estancadas son tortugas de diferentes tamaños que, para malagueños y visitantes, se han vuelto un motivo para pasar un rato oteándolas entre las aguas verduzcas o dándoles de comer pan -suponiendo que lo coman-.
De esta forma, se repite la historia del estanque, que a fin de cuentas sigue los pasos de la Laguna de la Barrera, uno de los mayores receptores de toda mascota que nade o bucee.
Eso sí, además de tortugas, cuando esta sección visitó el estanque de los Jardines del Ayuntamiento flotaba, ajena al jolgorio, una rata ahogada.
Si vuelven los naranjazos de los orangutanes, cuando menos la mayoría de los animalitos podrá protegerse: tendrán caparazón.
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