Con solo 17 puntos en 16 jornadas, el equipo aragonés está igualado con el Oviedo y la Ponferradina en la frontera de la zona roja. El Mirandés puede reducir este lunes la distancia de seguridad con el cuarteto que cierra la clasificación a solo un punto.
El Real Zaragoza terminó el domingo asomado al balcón del descenso con su pobre bagaje de 17 puntos sumados en las 16 jornadas disputadas. Está igualado con el Oviedo y la Ponferradina en el último escalón que hace pie en tierra. Únicamente quedan por detrás los cuatro equipos que ocupan ahora mismo las cuatro plazas que penalizan con la caída a Primera RFEF –antigua Segunda B– al final de la liga: Lugo, Mirandés, Ibiza y Málaga (precisamente, el colista, rival de hace unas horas que se llevó el empate a uno de La Romareda en el enésimo patinazo blanquillo en casa este año.
Su distancia de seguridad con el peligro máximo es, momentáneamente, de tres puntos sobre el Lugo, de cuatro respecto del Mirandés, de cinco por encima del Ibiza y de seis con el Málaga.
Pero esta posición en el universo actual de la Segunda División no es todavía definitiva en esta 16ª estación del torneo. El zaragocismo debe estar alerta porque en la noche del lunes se jugará (a las 21.00) en Anduva el último choque de la jornada, el Mirandés-Cartagena, que podriá reducir el colchón a solo un punto, en caso de victoria de los burgaleses.
La derrota del Lugo en Andorra a media tarde, por un contundente 4-0, alivió notablemente esta sensación cargada ya de preocupaciones y nervios en el seno del zaragocismo. Porque un triunfo gallego en el Principado hubiera elevado el ras del descenso al mismo punto en el que está el Real Zaragoza ahora mismo. Pese a que los lucenses pudieron adelantarse en el marcador antes del descanso hasta en dos ocasiones palmarias, acabaron claudicando en la segunda parte de forma estrepitosa, algo celebrado en el Real Zaragoza por motivos obvios.
Se repite el escenario de los dos últimos cursos y, asimismo, el de hace cuatro campañas en el entorno del Real Zaragoza: a estas alturas de noviembre, camino del final de la primera vuelta, se observa con atención la marcha de los cuatro equipos que cierran la clasificación, cruzando los dedos para que se anclen ahí lo más posible y no eleven demasiado en nivel de exigencia de puntos para vivir semana a semana sin pisar esa zona roja, a la espera de un giro profundo en el núcleo de la plantilla zaragocista durante el cada vez más próximo mercado invernal de fichajes y traspasos.
Es la derivada de un nuevo proyecto que no está cumpliendo con las expectativas generadas en su creación, en verano. El Real Zaragoza, que acaba de cambiar de entrenador (Carcedo por Escribá), solo ha ganado cuatro de sus 16 partidos. Apenas ha marcado 10 goles en ese tramo del campeonato. En nueve de sus 16 citas se quedó sin anotar, a cero en su guarismo. En La Romareda únicamente ha vencido en dos de los ocho partidos dirimidos. La afición blanquilla solo ha celebrado seis goles en sus asientos en cuatro meses. Con estas cifras, la situación podría ser incluso peor, según la jurisprudencia. Por eso, las alarmas están chillando a todo volumen.
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