Tras una larga etapa trabajando en Barcelona, el malagueño Juan González, de 45 años, se mudó a su tierra. Lo hizo en septiembre tras una odisea para encontrar un piso de alquiler. Buscó y se asustó de los precios. “Incluso en mi barrio, El Palo, son altísimos, a pesar de que siempre ha sido un sitio humilde”, explica. Acabó a las afueras, en Rincón de la Victoria, a pocos kilómetros de una Málaga donde encontrar casa es misión imposible. Es la ciudad de España donde más subió el valor de la vivienda nueva en el último año: un 9,3%, según Sociedad de Tasación. La escasa oferta, el aumento de la demanda y la explosión de las compras como inversión han convertido la búsqueda de un hogar en un laberinto del que muchas familias no consiguen salir. En el resto de la provincia ocurre igual: los pisos aumentaron un 15,5% su precio, según la tasadora Gesvalt. Más que en ningún otro lugar del país.
Málaga está en cabeza de una buena ristra de informes sobre el encarecimiento de la vivienda. Para Tinsa, por ejemplo, los precios han crecido durante 2022 un 7,8% a nivel provincial y un 7,5% en la capital respecto a 2021 (frente al 9,2% de Madrid o al 5% de Barcelona y Sevilla). Idealista destaca que el precio del metro cuadrado ha subido un 8,1% en venta —hasta los 2.346 euros— y un 20,7% en alquiler —12 euros— en solo un año en Málaga, mientras que en la provincia lo ha hecho un 13,5% y un 21,4% respectivamente. “Y son cifras sesgadas. El incremento real es mayor, pero en el mercado ya solo queda lo que nadie quiere”, subraya González, doctor en Economía y profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Málaga. Apunta otro dato. La relación entre el precio del metro cuadrado y la renta media. “La brecha es aquí grandísima”, afirma. Al contrario que con los pisos, Málaga anda en las últimas posiciones de ingresos medios.
La cuestión se habla entre amigos o en cualquier cafetería. Es el día a día de la ciudad y media provincia. Y más allá de los números está la “desesperante” realidad. Ángel Rey, malagueño de 41 años, ha desistido 10 meses de empezar a buscar la que sería su primera vivienda en propiedad. “Los precios son una locura”, afirma. Tiene unos ingresos medios de 2.500 euros mensuales y el pulmón financiero para dar una entrada de unos 70.000 euros. “Y ni así. Para muchas familias eso es impensable. Es una vergüenza que el derecho a la vivienda sea tan problemático”, añade. La situación se ha enredado tras la pandemia. Málaga está de moda y es referente turístico, cultural y empresarial, pero también para hacer negocio: hay más de 7.000 viviendas vacacionales. Alberto Sarria mostraba estos días en Twitter la oferta de un estudio de 30 metros, sin sofá ni armario y con la cama frente junto a la cocina, por 600 euros. Se alquila solo de enero a marzo. “La situación es insostenible”, subrayaba.
Hace una década, tras el boom inmobiliario, las viviendas vacías se multiplicaron, sobre todo en la costa. Los precios cayeron al ritmo de un 10% anual, cinco veces la media estatal. “Málaga ya era atractiva, pero eso atrajo a los fondos de inversión extranjeros”, relata María del Carmen García Peña, profesora del departamento de Política Económica de la Universidad de Málaga. Un informe del Observatorio de Medio Ambiente Urbano (OMAU) —organismo municipal— explica que la excepcionalidad del mercado inmobiliario malagueño es que atiende “dos demandas”. “La habitual de familias y la de inversores que consideran una buena rentabilidad situarse en Málaga”, explica el texto, que añade: “Una parte muy importante de la demanda de viviendas actuales no son adquiridas por el malagueño medio, si no, por inversores externos” que “ni siquiera hipotecan la vivienda: la compran al contado”.
El ejemplo más claro que ofrece el documento es el de las grandes torres que se construyen en la ciudad. En las ubicadas cerca del centro, en Martiricos, la vivienda más barata tiene 42 metros cuadrados y está valorada en 240.000 euros y un piso de 78 metros supera los 400.000 euros. Otro de los rascacielos se levanta en la zona este. Se llama Sierra Blanca Tower y cuenta con 69 apartamentos y dos áticos con precios de hasta 4 millones de euros. El 90% están vendidos y casi la mitad de ellos —38%— a extranjeros, según informa la propia promotora. Son inversiones, dice el OMAU, que “suponen las últimas tendencias financieras de especulación inmobiliaria en un proceso de mercantilización del espacio público totalmente ajeno a la ciudad existente”.
La consecuencia es que muchos malagueños se quedan fuera de juego. “Y sin poder comprar, buscan alquiler, tensionando más un mercado ya saturado”, afirma Joaquín Aurioles, profesor jubilado de Economía. Carmen Bermejo, malagueña de 36 años que vive en La Latina y quiere mudarse a su ciudad natal, es un ejemplo. Quiso comprar, pero no encuentra nada decente y se lanzó al alquiler. “He buscado en el centro y la zona este por 750 euros, lo que pago en Madrid. Solo he encontrado pisos más pequeños y peor ubicados”, reconoce.
Málaga ha perdido un 41% de su oferta en alquiler en solo un año, según Idealista. “Hay que encontrar el equilibro para ver hasta dónde permitimos que el mercado libre priorice el bien de inversión frente al derecho a la vivienda”, destaca García Peña, que cree que “los bandazos de la regulación urbanística andaluza” tampoco han ayudado y pide que las políticas de vivienda de los municipios del área metropolitana de la capital se coordinen. “Si lo hubieran hecho ya, no habría tantas tensiones en el mercado”, subraya.
Los economistas destacan que uno de los problemas básicos es que la oferta de pisos es pequeña, aun más las protegidas. El Ayuntamiento de Málaga ha construido 5.278 viviendas de protección oficial en los últimos 22 años, algo menos de la mitad en alquiler y el resto en propiedad, con precios no muy asequibles (193.000 euros para un piso de 74 metros cerca del puerto). Hoy apenas se ven grúas en la ciudad. Los datos del colegio de arquitectos lo confirman. En los tres primeros trimestres del año pasado solo se visaron 650 viviendas de renta libre y ninguna de protección oficial.
Para analizar la situación, la ciudad dedicó a la cuestión el último pleno municipal de 2022. Y días después el Ayuntamiento de Málaga, liderado por Francisco de la Torre (PP), en un acto con tintes preelectorales, lanzó un plan para construir 8.900 viviendas el próximo lustro —4.100 protegidas— valorado en 1.399 millones de euros. La aportación municipal se quedaría en 84 millones y la idea es que la Junta de Andalucía y el Estado aporten 383 millones y las promotoras privadas inviertan otros 932 millones. “Es un bluf a cinco meses de las elecciones”, aseguró Daniel Pérez, candidato a la alcaldía malagueña por el PSOE.
La construcción de viviendas es mayor en el resto de la Costa del Sol, donde los principales municipios —Benalmádena, Torremolinos, Fuengirola, Mijas, Marbella y Estepona, que suman una población similar a la de la capital— visaron más de 2.000 viviendas en los tres primeros trimestres de 2022. No son suficientes para hacer frente al gran incremento de población. La provincia —sobre todo el litoral—ha ganado más de 31.000 habitantes desde el inicio de la pandemia, según los datos del Instituto Nacional de Estadística. El clima, las comunicaciones, sus infraestructuras y la calidad de vida han impulsado a mudarse a quienes pueden teletrabajar. También lo han hecho las grandes fortunas: el mercado inmobiliario de lujo está viviendo el mejor momento de su historia. Marbella continúa como epicentro de las viviendas exclusivas, cuya alza en los precios también se deja notar en municipios a pocos minutos a la redonda. Según Idealista, los precios de venta han subido un 42,4% en Ojén en un año, en Istán un 35,8%, en Casares un 30% y en Manilva un 22%. A pesar de que la inflación y la subida de tipos de interés amenazan con enfriar el mercado, nadie descarta una nueva burbuja inmobiliaria.
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