Los rascacielos de Repsol y las terrazas amazónicas – La Opinión de Málaga

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Los terrenos de Repsol, calificados como zona verde en el PGOU de 1983 (Premio Nacional de Urbanismo 1985). L.O.
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Hay actuaciones que, incluso situadas en el contexto de la época, resultan llamativamente desgraciadas. La desaparición de la mansión de la familia Larios en la Alameda y la reducción a escombros de las iglesias de la Merced y de San José (calle Granada) son ejemplos que todavía escuecen a los malagueños sensibles con el Patrimonio.
Sin duda, en nuestros días, en el caso más extremo se habría conservado la fachada pero de ninguna manera habrían desaparecido.
Y sin necesidad de ser un augur, todo apunta a que a los malagueños del futuro muy probablemente les parecerá inexplicable la reducción de zonas verdes en los terrenos de Repsol o cómo las fuerzas excesivamente ‘vivas’ de Málaga, PGOU a PGOU, consiguieron ir tomando al asalto, para mayor gloria del ramo de la construcción, el que iba a ser, con diferencia, el mayor parque ‘urbano’ de Málaga (por diferenciarlo de los ‘periurbanos’).
Y no hace falta escrutar el vuelo de las aves porque ya hay miles de malagueños de todas las ideologías a los que este desarrollo urbanístico les parece todo un subdesarrollo, un salto atrás, fruto de no vivir en 2022 y de desconocer las necesidades de los malagueños de la Cruz del Humilladero y la Carretera de Cádiz, que no son oficinas con vistas al mar ni otro centro comercial.
Recordemos, una vez más, la insensatez que nuestros políticos han ido perpetrando, primero con el PGOU del 97 y más tarde con el del 2011, aunque las protestas vecinales les hayan hecho rectificar algo pero han logrado mandar al traste el mayor parque de la ciudad, porque de los cerca de 177.000 m2 de parque del PGOU de 1983 se ha pasado a uno de 65.000 m2 (menor que el Parque del Oeste), más algún verde insuficiente y desperdigado, a modo de dádiva entre los rascacielos, el centro comercial y los bloques de VPO.
En todo caso, hay que mostrarse hasta enternecido al ver la gracia artística con la que algunas promotoras que optan a plantar sus dominios en Repsol exhiben en sus infografías auténticas junglas verdes verticales, en una certera muestra de ‘greenwashing’, de lavado de cara ecológico. Cuando se resta tanto verde al espacio público como pasa en Repsol, qué menos que ofrecer a quien lo pueda pagar, verde para compensar el estropicio.
Enternece ver estos rascacielos tan verdes que, de materializarse, también supondrán, aunque nuestro alcalde lo obvie, la emisión de decenas de miles de toneladas de CO2 que nos podríamos haber ahorrado con un planteamiento tan razonable, necesario para esta zona de Málaga y civilizado como el que idearon los urbanistas para el PGOU del 83.
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