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Imagen de la inmensa terraza que ocupa la mayor parte de la plaza de Mitjana. L. O.
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El Ayuntamiento empleó paciencia, esfuerzo e imaginación para, en sólo dos décadas, convertir el Centro Histórico de Málaga en un desierto bastante rentable. Será el sino de las ciudades exitosas o el echar mano de las mismas fórmulas, pero hoy el casco antiguo de Málaga apenas tiene vecinos y los que sobreviven son tratados como lunáticos que se quejan de todo lo que en esos andurriales da dinero.
En cualquier caso, el éxito de Málaga como reclamo turístico está siguiendo el mismo ‘camino de perdición’ que el Centro de Barcelona y como aseguraba hace unos días un compañero, el Premio Nacional de Periodismo Cultural Guillermo Busutil, aunque los precios de las viviendas en la ciudad natal de Picasso se han vuelto barceloneses, los sueldos siguen siendo andaluces, así que la mayoría tenemos un problema.
Con este panorama, también es evidente que nuestro Consistorio no sabe muy bien qué hacer con los espacios públicos del Centro.
En un contexto nacional en el que los políticos cada vez ocupan más parcelas de poder y desplazan a los verdaderos especialistas, los ninguneados funcionarios de carrera, es normal que las pifias se encadenen mientras en el Centro los vecinos deben tomar las de Villadiego, por resultar un incordio y por «no rentables» (Guillermo Busutil, dixit).
Así, en la plaza de las Flores se eliminó todo espacio ciudadano gratuito -salvo el poyete de la fuente arrinconada- para dejar todo a la hostelería. El que quiera disfrutar de la plaza de las Flores, que apoquine, igual que en la de Uncibay.
Terraza en la plaza de Mitjana, ayer. L.O.
Por contra, en las plazas del Teatro y de San Pedro Alcántara, rodeadas de bares de copas y un puesto nocturno de comidas, nuestro Consistorio, con dinero europeo, hace caso omiso a los vecinos y en contra de su criterio coloca asientos corridos, con lo que las futuras tertulias nocturnas lograrán que sea un espacio todavía más ingrato para los pocos que aún tienen la valentía de vivir en esos andurriales.
Dentro de este ‘desnortamiento pendular’, la última solución adoptada en la plaza del Marqués del Vado o de Mitjana es casi una alegoría de cómo ve el Centro nuestro Ayuntamiento. Más que una terraza, lo que ahora ocupa buena parte del espacio es un rotundo parapeto, casi una simbólica barricada de 1868 o fuerte hostelero para hacer frente a los últimos rebeldes que aún osan hacer vida diaria en estas calles exprimidas por la hostelería. ¿Quién nos asegura que no vendrán más?
Ya puestos, que el Consistorio autorice cañones de pega en calle Cañón y ojo con el vecino que ose hollar el Centro. El negocio es lo primero.
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