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Estoy de acuerdo con la sentencia del Supremo con respecto a los impuestos que los españoles han pagado por las hipotecas.
Me preguntarán por qué. Sencillamente, porque la banca siempre gana, como cuando jugamos a las siete y media. Y porque de todas formas iba a ganar, aunque la sentencia hubiese sido en sentido contrario. Al final, cualquier impuesto que la justicia o los gobiernos quieran cargar a la banca, las eléctricas o las petroleras, ¿quiénes los acaban pagando? Usted y yo, es decir, las clases medias. Siempre encuentran la fórmula para derivar al contribuyente o al consumidor la subida de impuestos.
Llevamos dos semanas discutiendo sobre quién debe pagar los dichosos impuestos relacionados con las hipotecas, hasta los jueces del Supremo lo han discutido. Pero a nadie se le ocurre cuestionar la eliminación de dichos impuestos. Y esta es la cuestión principal: los países con menor fiscalidad son los que más crecen económicamente, porque el dinero está en el bolsillo del ciudadano, y no en manos del Estado. Y el ciudadano es el que mejor sabe administrarlo, ya sea para gastarlo, ahorrarlo o invertirlo en un pequeño negocio o empresa.
Si la sentencia del Supremo hubiese sido al revés, y los bancos o Hacienda tuviesen que devolver el dinero recaudado a los que han contraído hipoteca en los últimos 4 años, al final la factura la íbamos a pagar entre todos. Ni los bancos ni el Estado iban a pagar nada. De alguna forma nos repercutiría a todos. ¿Qué haría usted si monta un puesto de castañas y el Ayuntamiento le obliga a pagar un 15% más que el año anterior por instalarse en el mismo lugar? Que en vez de dar 7 castañas por un euro, daría 6. Pues lo mismo iban a hacer los bancos o el Estado: cobrarnos a todos lo que le devolverían a unos pocos.
Para concluir: lo importante es suprimir estos impuestos injustos e innecesarios, como otros muchos, y el de sucesiones en Andalucía, el primero de todos.
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