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Este mediodía, en la sala de prensa de La Rosaleda, el entrenador del Málaga, Juan Ramón López Muñiz, ha pronunciado una “conferencia” sobre las normas del límite salarial impuesto por la liga. Quien se la quiera comprar que se la compre, un servidor, desde luego, no. Entre otras cosas porque no soy partidario del intervencionismo económico ni de que nadie meta la nariz en casa de nadie para decirle cómo ha de administrar su economía. Ya somos mayorcitos y cada uno debe saber cómo llevar sus cuentas. Esto es precisamente lo que hace Javier Tebas desde la Liga de Fútbol Profesional: administrar la economía de los clubes bajo el pretexto de evitar su ruina. Y lo hace sin mucha oposición, todo hay que decirlo, porque a su favor juega el hecho de que la mayoría de los presidentes de Primera, Segunda y Segunda B tienen poco que ofrecer a sus aficiones, dada su escasa solvencia económica. Dicho de otro modo, se limitan a obtener beneficios administrando la miseria. El límite salarial les viene de cine porque no tienen solvencia económica ni necesidad de intentar dar un salto de calidad deportiva. El único afán que les mueve es poder hallar una o varias perlas en la cantera a las cuales traspasar para obtener pingües beneficios. Lástima que no haya también un límite de ingresos, ya que algunos clubes, por más que ingresan, jamás sanean su economía ni les sube el límite de gasto. Parecen pozos sin fondo, a pesar de tanto traspaso y de tantos ingresos televisivos.
No es la primera vez que me pronuncio en este medio en contra de las normas del Fair-Play Financiero impuesta por la UEFA. Unas normas que bajo el pretexto de salvaguardar la economía de los clubes modestos, lo único que buscan es mantener el statu quo de los grandes de Europa, para que ningún equipo de nuevo cuño con afán inversor les pueda hacer sombra. Una forma de cortarle las alas a aquellos que pretendan dar un verdadero salto de calidad deportiva.
Pues bien, el entrenador del Málaga se ha mostrado hoy firme defensor del límite de gasto impuesto a los clubes. Ha asegurado que la Liga hace bien teniéndolo todo controlado porque “hace años se premiaba a los clubes que se endeudaban por encima del resto”, y competían en desigualdad de condiciones. Ha considerado que hay “mayor justicia” en el fútbol en la medida que los clubes se someten al límite de gasto impuesto por la liga. Por decirlo de otro modo y en tono de broma, Muñiz es un chico obediente de Tebas y su alumno más aventajado. Pero esto lo dice el entrenador de un equipo al que la Segunda División le queda pequeña, ya sea por ciudad, masa social o historial deportivo. Lo dice un señor que está obligado a ascender, y para poder consumar el ascenso, es fundamental tener margen de maniobra en el capítulo económico. Y al Málaga le están cortando las alas.
Las normas del límite salarial perjudican enormemente a aquellos clubes que plantean alguna aspiración deportiva importante, ya sea un ascenso de categoría o intentar clasificarse para la UEFA. Este no es el caso del Rayo Majadahonda ni del Reus Deportivo, dicho con todos los respetos, es el caso del Málaga, Zaragoza o Deportivo de la Coruña.
Cuando el señor Muñiz habla de una competición “más justa” al estar sometida a las normas del límite de gasto supongo que se referirá a una liga más pobre, que busca la justicia igualando por abajo y que se conforma con la mediocridad de la nula inversión. Jamás le negaré al señor Muñiz su capacidad para buscar duros a tres pesetas, la de hallar futbolistas en la cantera o en clubes de segundo nivel que puedan dar un gran rendimiento, pero eso no es óbice para que defienda una norma que en estos momentos está perjudicando al Málaga, por mucho que él no sea responsable de la nefasta gestión que tiene asfixiado al club, a pesar de los enormes ingresos que ha obtenido en los últimos años.
Defender las normas del límite de gasto impuestas por la Liga, a priori, puede sonar bien, pero encierra contradicciones y medias verdades. La encendida defensa que hoy ha hecho el señor Muñiz de la misma nada tiene que ver con las declaraciones que hizo Juande Ramos cuando se hizo cargo del Málaga. Se mostraba contrario a dichas normas ya que dificultaban la posibilidades de nuestro club para dar un salto de calidad e intentar acceder a competición europea. Debe ser la razón por la cual hay entrenadores exigentes que llegan a ganar títulos, y otros que se conforman con menos.
Entiendo que los clubes han de estar regidos por buenos empresarios, amantes del fútbol –caso de Fernando Roig, por ejemplo-, ya que ellos son los más interesados en tener sus cuentas equilibradas y obtener beneficios, sin que ningún agente externo les diga cómo llevar su empresa. Sería lo deseable. Algunos clubes lo han conseguido y otros están en vía de conseguirlo. Es el ejemplo de clubes bien llevados desde el punto de vista económico y deportivo. Por desgracia, no son la mayoría porque abundan los presidentes figurones y sin solvencia. Presidentes especuladores que se echan en brazos de directores deportivos e intermediarios sin escrúpulos, personas anónimas, muchas de ellas, que durante años causan un daño irreparable a los clubes modestos y a sus aficiones, sin que nadie pueda hacer nada por evitarlo. ¿Quiénes deciden que determinados futbolistas, de escaso nivel y con enormes fichas, recalen en los clubes? ¿Quiénes llevan beneficios por tales operaciones? También tenemos el caso de presidentes que jamás arriesgan, y que solo aspiran a beneficiarse de la venta de canteranos y de ingresos televisivos. O que confían la gestión deportiva a personas inadecuadas que llevan a cabo gestiones desastrosas, como sucedió al año pasado. Podemos cargar las tintas sobre las espaldas de Arnau, y su nefasta gestión, pero tampoco olvidemos quien lo puso en el cargo – siempre será el máximo responsable-; amén de que los directores deportivos del Málaga suelen actuar con las manos atadas en el capítulo económico. Si el Málaga lleva a cabo importantes traspasos y vende a sus mejores puntales, no pueden venir sustitutos que igualen su nivel, porque cotizarían al mismo precio de mercado. Y Ahí no radica el negocio.
El Málaga sufre este año una asfixia económica provocada por las consecuencias de su nefasta política de fichajes y traspasos. Cuando estás cuatro años traspasando a tus mejores futbolistas y traes sucedáneos en su lugar, la calidad del equipo se resiente. Si encima, esos sucedáneos vienen con un caché deportivo y económico muy superior al que demuestran sobre el terreno de juego; obtenemos el descenso de categoría como consecuencia.
El Málaga está hipotecado económicamente porque las cosas se han hecho muy mal y porque tiene un propietario que ha sometido al club a un proceso de desinversión y descapitalización constante en los últimos 5 años. Hay clubes en Primera que han sabido entender el negocio del fútbol, que dieron el salto de calidad en su momento, y hoy día se mantienen en la zona alta de la tabla y con sus economías saneadas. En Primera División tenemos varios ejemplos. Las normas del límite de gasto, aun siendo injusta, no les afecta tanto, porque los ingresos declarados suelen ser mayores que el gasto llevado a cabo. Clubes como el Real Betis, Sevilla, Celta, Athletic de Bilbao, Real Madrid, Levante, Español y Real Sociedad han presentado sus cuentas con balance positivo en el presente curso económico, según la revista deportiva Transfer Markt. Siguen con balance negativo, de momento, Valencia y Villarreal.
Por otra parte, hay un asunto que no debemos olvidar, que si un presidente decide avalar con su patrimonio determinados fichajes, puede hacerlo. El propietario del PSG inyecta dinero a través de empresas patrocinadoras de Catar, y la UEFA no advierte incumplimiento del Fair-Play. Quien lleva años vendiéndolo todo, debería hacer algo similar. Aunque pretender comparar al propietario del club parisino con el nuestro es como comparar a un Gran Danés con un Yorkshire.
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