La dictadura de la memoria. (Porto / Portugal)

El viajero estaba en Oporto el primer año de la arquitectura, cuando todavía no habíamos echado el criterio. Aunque el grueso de la expedición se puso en la cola para ver la vivienda social, se quedó con unos pocos a la parte trasera del bus, de la resaca y la preparación de la próxima escapada. En la ciudad y vivido a contrapelo quedó turbia y novelesca una imagen, un recuerdo de bares esquinas canallas y peligroso, empinadas adoquinada se hundió en la niebla, tatuado tipos putas tristes en medias de red. Había un aparcamiento después de kilómetros de rampas para descender de nuevo a la calle y tenía, entre, varias plantas de discos, no había un estudio de radio nocturno donde ponemos un lp desconocido The Doors, eran dramas, roturas y fugas en la medianoche y en la las tabernas, una canción cantada a coro de los que más tarde nos enteramos de que él había ayudado a hacer la revolución. De todo viajero sacó un par de páginas llenas de aprensión y saxofones en la noche, leer ahora, sin darle mucha vergüenza.

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