Un coche eléctrico enchufado a un cargador en un concesionario de Málaga. /
El Parlamento Europeo aprobó hace pocos meses la ley que prohibirá la venta de coches de combustión –gasolina y diésel– pero también híbridos a partir del año 2035. Quedan apenas doce años, que no es más que la vida útil media que tendrá un vehículo recién matriculado, y lo cierto es que los eléctricos, que se supone que serán mayoritarios en el parque móvil del futuro, no terminan de arrancar en Málaga.
A decir verdad, salvo en las dos grandes ciudades, Madrid y Barcelona, donde van algo mejor, en el resto de provincias las ventas de automóviles de este tipo son todavía minoritarias. Es cierto que las matriculaciones en la provincia crecen a doble dígito, mes a mes, pero todavía muy lejos de los de gasolina y los híbridos, que son actualmente los favoritos.
A pesar de la pujanza tecnológica, Málaga, en el mercado de automoción, sigue siendo conservadora. En el acumulado de enero a octubre de 2022, más del 48% de los coches vendidos eran de gasolina, pura y dura (8.834 unidades). El segundo gran grupo es el de los híbridos (5.580), que sí han conquistado a los conductores malagueños y no paran de crecer, según las estadísticas de las patronales Faconauto y Anfac de enero a octubre de 2022.
En tercer lugar, aparecen los motores de gasóleo, que, después de haber sido los reyes desde la década pasada hasta fechas recientes, se hunden a niveles mínimos, lastrados por las noticias poco halagüeñas sobre posibles prohibiciones para circular por el centro de las ciudades, y por el elevado precio del combustible. Con todo, estos siguen suponiendo 2.362 matriculaciones este año, casi el 13% del mercado.
Y, por último, aparecen los vehículos que no emiten ningún tipo de contaminación directa, al carecer de motor de combustión. En lo que va de ejercicio, se han puesto en circulación 1.254 unidades de este tipo (si se tiene en cuenta sólo los turismos, y suben a 1.360 si se añaden los comerciales, buses y cuadriciclos ligeros). A nivel porcentual, los híbridos y los eléctricos puros crecen casi al mismo ritmo, por encima del 20%, aunque con un volumen neto muy superior en el caso de los primeros.
Entre quienes están pensando en cambiar de coche, hay una serie de factores que les alejan de los no contaminantes, y el primero es el precio de venta. Los conductores los consideran demasiado caros, y para muchas familias una inversión de más de 30.000 euros está fuera de sus posibilidades, más con la fuerte incertidumbre económica y la subida de las hipotecas y de la inflación. Es verdad que recientemente han llegado al mercado modelos algo más asequibles, aunque de marcas poco conocidas y con baja implantación en el mercado.
«En España no estamos al nivel de otros países por muchos motivos, y el primero es la renta, que es sensiblemente inferior a la media, y los vehículos eléctricos son más caros», aclara Carlos Oliva, presidente de la Asociación Malagueña de Automoción (AMA), la patronal de los concesionarios.
«Hay dos trabas desde el punto de vista del consumidor: el precio, mucho más elevado que uno de combustión, no está al alcance de cualquiera; y el segundo es dónde y cómo podrá cargarlo», coincide Juan Peña, gerente del concesionario Ford Garum Motor en la capital.
A su juicio, las políticas fiscales de incentivos no son suficientes: «Para un particular, el plan Moves son 2.500 euros si no achatarra otro, y 5.000 si lo hace, es un porcentaje muy exiguo respecto del valor del coche, y las ayudas se tardan en cobrar de 10 a 14 meses . En otros países apenas tienen impuestos: si no se pagara el IVA, ya sería un 21% menos».
El segundo factor más referido por los potenciales usuarios es la baja autonomía, especialmente cuando es necesario moverse entre distintos municipios. Cuando se trata de circular por zonas urbanas no hay problema, pero en carretera, a velocidades más altas, y en terrenos escarpados, la batería se agota más rápido.
«Las distancias y la orografía montañosa hacen que la autonomía se acorte; de ahí que sólo están funcionando un poco mejor en las grandes ciudades, como Madrid y Barcelona», dice Oliva. En cambio, Peña rompe una lanza a favor de estos nuevos coches en lo que se refiere a este aspecto: «Con un uso provincial o urbano el eléctrico es ideal, el problema es sólo para hacer viajes interprovinciales».
Unido a lo anterior aparece la escasez de puntos de recarga en la vía pública. En la provincia, sólo el Ayuntamiento de Málaga, en colaboración con Iberdrola, y algunos operadores privados en los centros comerciales, han hecho una apuesta más o menos decidida. En las principales avenidas de Málaga hasta octubre había 27 puntos públicos operativos, con dos enchufes cada uno, según los datos aportados por el Área de Innovación y Digitalización Urbana. Con todo, los usuarios los consideran insuficientes para los coches eléctricos que ya hay en la ciudad, y para los que vienen de otras zonas de vacaciones o a segundas residencias.
«Hay países como Portugal que tienen una renta inferior a España y donde el mercado funciona mejor, y es que aquí está el añadido de la poquísima infraestructura de puntos de recarga que hay, tanto públicos como privados», comenta el portavoz de los concesionarios de la provincia.
«Comparado con la media europea estamos a años luz, el recorrido es enorme», advierte Juan Peña, para quien la clave también está en la infraestructura: «Tenemos una carencia de puntos de recarga brutal, apenas hay». Además, critica que los cargadores para que sean rápidos (50 ó 100 kilovatios) exigen una tarifa eléctrica alta, lo que encarece la recarga.
En este punto, Eduardo García, presidente de la Federación de Empresas de Automoción de Málaga (Fedama), que agrupa a los talleres, llama la atención sobre el alto coste de la electricidad: «Al precio de la luz, ¿cuánto me cuesta la recarga? La subida de la energía ha frenado las ventas», asegura. A ello, se añaden las dudas de los usuarios sobre la vida útil y el mantenimiento de las baterías. En cambio, resalta que los talleres de la provincia se están preparando, con formaciones específicas, para poder hacer frente al boom que se supone que llegará tarde o temprano.
Pero todavía hay otro vector con un efecto psicológico sobre los compradores, y es la incertidumbre sobre el futuro de la movilidad. «Se está empezando a volver a hablar de los motores de combustión, la administración se ha asustado porque la desaparición de los motores supondrá más paro», dice Carlos Oliva.
De hecho, a largo plazo, el empresario considera que el hidrógeno se acabará imponiendo: «No hay materias primas para fabricar baterías para todos los coches en el futuro, es insostenible; el hidrógeno es una tecnología limpia que no requiere tantas materias primas y se puede obtener con energías renovables».
Juan Peña también es escéptico sobre las posibilidades reales de la UE para suministrar energía a un parque masivo de vehículos de este tipo, «cuando la electricidad la estamos produciendo con gas y también es cara».
A nivel nacional, la situación es muy similar. Raúl Morales, director de comunicación de Faconauto, la patronal de los concesionarios, afirma que hay dos grandes barreras de entrada para el despegue del vehículo eléctrico. La primera es la infraestructura: «Se necesitan 350.000 puntos y no hay ni 20.000. El país no está preparado y eso el consumidor lo sabe y hace que no termine de arrancar».
Y el segundo es que el español medio no puede hacer frente a esos precios. Actualmente, sólo puede asumir la adquisición de un eléctrico el 15% de la población, que es la que tiene una renta superior a 30.000 euros.
