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Cubierta del Palacio de la Tinta, en 2008. L.O.
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En Málaga, por costumbre, por comodidad o por las razones que sean, tenemos la costumbre de cambiar los nombres, digamos oficiales, dados a edificios, calles, sitios, playas, parques, lugares públicos, en fin, a todo lo que se le da nombre para su identificación.
A veces, antes de terminarse la construcción de un edificio, el pueblo le da nombre. El caso más reciente es el de un hotel construido sobre parte del solar de la demolición del edificio conocido por ‘La Mundial’, diseñado y construido en el siglo XIX por el arquitecto malagueño Eduardo Guerrero Strachan en el sector de Atarazanas. Mucho antes de que se pusiera la primera piedra, los malagueños, conocedores del destino del edificio, ya le dieron nombre.
Inaugurado recientemente con el nombre de H10 Croma Málaga (cualquiera lo retiene), el nuevo establecimiento de cuatro o cinco estrellas ha sido ‘bautizado’ como el Hotel de Moneo, apellido del arquitecto autor del proyecto. Guste o no su emplazamiento y aspecto exterior, será el Moneo hasta los restos. Precisamente se inauguraron antes otros dos hoteles en el Centro de Málaga. Creo que uno es de cinco estrellas y el otro de cuatro. El nombre de uno de ellos es Hotel Soho Boutique Equitativa; el otro, se denomina algo así como Meeting Point-Equitativa Alameda. Para el vulgo son «hoteles la Equitativa» y todos los comercios que se monten en el edificio llevarán implícito Equitativa, el nombre del edificio que promovió la compañía de seguros de vida de la Fundación Rosillo.
Casa del Camino de Antequera. L. O.
Los malagueños han ido en todos los tiempos dando apodos a todo lo habido y por haber, apodos asociados a su actividad inicial o destino. Muchos son tan conocidos y están tan implantados que es muy difícil cambiar. El primero que me viene a la memoria es el Palacio de la Tinta, que es conocido con este nombre porque fue sede de Ferrocarriles Andaluces, donde sus trabajadores, por su actividad profesional, escribían con pluma y tinta. Si ahora, como parece, se convertirá en hotel de lujo, el nombre ya se ha adjudicado antes de su construcción: Hotel Palacio de la Tinta.
Correos cambió de sede hace muchos años. De la sede en el Parque pasó a la entrada de la Prolongación de la Alameda. El edificio se remodeló conservando lo esencial y se convirtió en sede del Rectorado de la Universidad de Málaga. Los malagueños, para situar al Rectorado, echan mano a algo fácil de recordar: el Antiguo Correos.
La Carretera de Cádiz sigue denominándose así, aunque el primer tramo lleve desde hace muchos años el nombre de Héroe Sostoa, aunque el héroe se ha convertido en héroes y el apellido Sostoa se convertido en un indeterminado lugar. El segundo tramo lleva el pomposo título de avenida de Velázquez. Para los ciudadanos todo es Carretera de Cádiz, como el Camino de Antequera que prevalece. Después de la calle Mármoles todo es Camino de Antequera hasta el Puerto de la Torre.
Hay otros nombres y denominaciones que se conservan con el paso del tiempo, aunque oficialmente tengan otros o no los tengan, como las Protegidas (las primeras viviendas de promoción del Gobierno de España), el Pasillo de Natera (ahora avenida de Fátima), el Pasillo de la Cárcel (hoy avenida de La Rosaleda), La Gota de Leche (Centro Victoria Atencia), El Desfile del Amor (bloque de Viviendas en La Malagueta), el Scalextric (puente de la avenida de las Américas), el Camino Nuevo (como si fuera una calle cuando en realidad son dos, Ferrándiz desde el Jardín los Monos hasta lo alto, y Salvador Rueda hasta la Caleta), Jardín de los Monos (plaza de la Victoria)… Ya no están ni la jaula ni el último mono. El alcalde de Humilladero se lo llevó a su pueblo cuando nuestro Ayuntamiento decidió prescindir de la jaula y de los monos.
Subsisten nombres que surgieron de forma más o menos casual y que se conservan, como la playa del Deo, Sacaba, La Pantera Rosa (edificio a la entrada del Paseo de Limonar que estuvo pintado de rosa y ahora es ocre), el Monte de las Tres Letras (monte Victoria; las letras eran JAC, Juventud Acción Católica, y se repintan de vez en cuando). Desde la construcción en La Araña de una torre metálica de la cementera (la fábrica de la ‘porla’, por Portland) fue conocida por la Torre de los Chinos, porque en su construcción participaron trabajadores chinos.
Caída de un árbol sobre el Camino Nuevo, a causa de las lluvias, en 2012. L. O.
Mientras el Guadalmedina sea lo que es (seco por costumbre y un peligro por tradición) sus puentes son una necesidad, para unir las partes de la ciudad, como ocurre en medio mundo y parte del otro. Las ciudades y pueblos están cortados por un río grande, mediano, pequeño o traicionero cuando llueve torrencialmente. Málaga pertenece a este último grupo de riesgo. La solución adoptada por París, Londres, Viena, Praga… y miles de ciudades grandes o pequeñas, es unir a los habitantes de una y otra ribera mediante puentes.
Y como Málaga no es una excepción, a lo largo de la historia ha recurrido a la construcción de puentes o pasarelas para pasar de un lado a otro. Todos los puentes, grandes o pequeños, tienen su nombre. Los más antiguos y conocidos de Málaga son Tetuán, Aurora, Armiñán… y otros tienen casi siempre una doble denominación. El de Santo Domingo es conocido por «el de los Alemanes», porque fue un regalo que en 1909 el Gobierno alemán hizo a Málaga como reconocimiento a la conducta de la ciudad en el naufragio de la fragata ‘Gneisenau’ en aguas de Málaga en 1900.
El puente del ferrocarril que cruza el río en su desembocadura es conocido por el puente de hierro. Los más modernos responden al lugar más cercano, como el puente de la Esperanza por su cercanía de la basílica del mismo nombre, sede de la famosa cofradía. El de la Palmilla tiene su explicación por enlazar esa barriada con la ciudad. Y, por su proximidad al estadio de La Rosaleda, la primitiva pasarela pasó a ser un puente con cuatro carriles. También están el puente del Carmen, cercano a la desembocadura, y que un año que llovió para hartarse se lo llevó el río por delante; la pasarela del CAC, la cual no debió diseñar uno de los arquitectos romanos de hace dos mil años que construyeron puentes que siguen estando en perfecto uso, ya que hace unos meses estaba entenguerenguen y que hubo que clausurar… y algunos más cuyos nombres no recuerdo en este momento.
El arroyo de la Caleta carecía de un puente y quedaban incomunicados los paseos de Limonar y Miramar cuando en Málaga llovía; ahora no llueve. El ingeniero municipal don Wifredo Delclós diseñó el proyecto y se construyó no recuerdo en qué año. Yo viví los años en que cruzar de un paseo al otro los días de lluvia era imposible. Como no se le dio nombre, los usuarios se adelantaron. Qué mejor nombre que el del técnico que lo diseñó. Así nació y permanece. Con Don Wifredo era suficiente, porque en Málaga no había nadie más que se llamara así. En el santoral tampoco aparece un san Wifredo; hay dos Wilfrido. Uno que fue arzobispo de York en el 709; el otro, que debió ser familia del anterior, es conocido por san Wilfrido II, obispo de la misma ciudad en 744. El puente de Don Wifredo, desde que se construyó la autovía, tiene tanto uso como los del Guadalmedina.
Hay otros puentes aparte de los usados para cruzar el río; son esos puentes que todos los años estudian detenidamente funcionarios, trabajadores y empresarios. Son los puentes que permiten o trabajar menos o son usados para viajar. Pero esos no tienen nada que ver con los del Guadalmedina y arroyos. Son los ‘puentes de la Inmaculada’, del ‘Primero de Mayo’, de ‘la Constitución’… los que surjan en los calendarios de cada año.
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