El sorteo de El Niño es otra cosa. Es la emboscada de Hacienda para aquellos que en Navidad consiguen algún restillo
Pedro García es periodista. Director de Informativos de 7 Televisión y Publicaciones del Sur
Con la esperanza de ser entendido por lo que pone, y por lo que no. Eso sí, sin ánimo de ofender ni en castellano, ni en latín
Llegará el día, y puede que esté muy cerca, en el que un décimo premiado con el Gordo del sorteo extraordinario de Lotería de Navidad sea un reconocimiento social aleatorio con escasísima repercusión económica debido al encarecimiento de la vida, impulsado por una galopante inflación. Antes, allá por la década de los setenta, cuando se contaban las monedas por pesetas, si tenías un décimo premiado con el Gordo podrías comprarte una vivienda, adquirir un coche, saldar deudas y algún que otro capricho en forma de viaje, seguramente a las Canarias, Torremolinos o Marbella. Era la rehostia porque después de todo eso, incluso, te quedaban algunas perras gordas en el bolsillo. La vida, solucionada o casi. Vamos, el regocijo padre.
En la actualidad, después de impuestos, un décimo del Gordo aporta a tu cuenta bancaria un ingreso de 328.000 euros, cantidad que te ayuda pero, ni de lejos, te resuelve la vida. El precio medio de una vivienda en España en 2021 fue de 223.380 euros, según la Sociedad de Tasación. Si a eso le sumamos gastos de Notaría, adquisición de muebles y demás, pues el décimo se nos va casi en la compra de un piso sin grandes alharacas ni pretensiones.
Eso sí, hay cosas que no cambian. Cuando descorchamos una botella de cava catalán o espumoso andaluz o extremeño seguimos diciendo champán, como hacíamos en la década de los setenta, dando pábulo a la denominación de origen francesa. La alegría se comparte entre generaciones. Júbilo entonces y júbilo ahora. El misterio para encontrar a los ganadores del premio gordo sigue siendo merecedor de una investigación de Iker Jiménez o de nuestro querido José Manuel Bautista, presentador del programa Andalucía Paranormal, de 7TV Andalucía. Entonces y ahora, es la noticia del día para los medios de comunicación. En los setenta, tele, radio y prensa escrita. Ahora, ya saben, a esos tres se les suman redes sociales, páginas web y aplicaciones por doquier. Y, como entonces, la ilusión se desvanece en un pispás. Salvo a un grupo reducido de afortunados, el resto de los mortales comparte la alegría del vecino pero no la propia ya que el premio ha quedado tan lejano como aquella década de los setenta. El Niño en el horizonte, pero es otra cosa. No es lo mismo. Es la emboscada de Hacienda para aquellos que han conseguido algún restillo.
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