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Málaga en el Puente de la Hispanidad de 2021, cuando recibió seis mil cruceristas. ALEX ZEA
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Hoy traemos a colación una anécdota protagonizada por una de las primeras estudiantes de la Escuela de Turismo de Málaga, en los años 60. Esta veterana guía turística protagonizó, ya jubilada, una anécdota muy reveladora de los tiempos que vivimos.
Al parecer, durante una visita al parque temático ‘Centro de Málaga’, poblado cada día por menos autóctonos, no así por una legión de figurinistas, cruceristas y turistas madrileños, entró en un comercio y constató que todos los letreros del negocio, tanto los de dentro como los del exterior estaban escritos en la lengua de Escarlata O´Hara.
Al constatar que no había ninguno en nuestro idioma, trató de adaptarse a la situación y comenzó a hablar al dependiente -o quizás fuera el dueño del negocio- todo el tiempo en inglés. Claro que esta demostración de virtuosismo idiomático iba siendo capeada como podía por el hombre de la tienda, que a medida que pasaban los segundos demostraba que, pese a tanto cartelito, de inglés estaba a la altura de Chiquito de la Calzada.
Finalmente, desarmado al no entender un pimiento y harto de responder a lo sioux, el responsable del negocio o quizás dependiente cambió de tercio y se dirigió en la lengua de Cervantes a la antigua guía turística, para preguntarle algo así como, «¿perdone, no es usted española?».
En ese momento la mujer contestó: «Yo sí, pero los que creía que eran extranjeros, al ver todos los carteles en inglés y ni uno en español, eran ustedes, por eso me puse a hablar en inglés».
En unos tiempos en los que cientos de directores generales de toda la vida en España han sido pomposamente renombrados CEO (‘chief executive officer’, nada menos) y así se denominan muchos de estos fatuos cargos dentro de nuestro país sin sonrojo alguno, no viene mal recordar esta anécdota de una irónica experta en Turismo.
Abocados como estamos a un Centro Histórico de pega, surcado por una población fugaz de turistas, mientras los vecinos de siempre, nada mimados por el Ayuntamiento, huyen en un constante goteo, es normal que el malagueño se sienta cada vez como en un decorado ajeno en el que pronto dejará de otear su idioma en los carteles.
En el ensayo humorístico ‘Teoría del majarón malagueño’, el autor de estas líneas elucubraba sobre una Málaga no muy lejana en la que la acomplejada majaronez de nuestros políticos terminara renombrando todos nuestros barrios en inglés (Palm-Little Palm, Tower Port, The Stick…). Los carteles sólo pensados para Boris Johnson son un primer paso. Vivan los idiomas, incluso el español.
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