A favor, en contra – Viva Málaga

Crece por año el grupo de personas que, por sistema, se posicionan en contra de todo lo que se pone de moda
Bomarzo y sus míticos monstruos de la famosa ruta italiana de Viterbo en versión andaluza
Todos están invitados a visitar el jardín de Bomarzo. Ningún lugar mejor para saber lo que se cuece en la política andaluza
"Hagamos que en Navidad / sea Jerez un nacimiento / con sus campos y sus calles / pa ver al niño contento / con tierra de los viñedos / sembraremos los caminos / y en la paz de las bodegas / posada pa el peregrino. Y en Jerez y en Jerez"Villancico popular.
Crece por año el grupo de personas que, por sistema, se posicionan en contra de todo lo que se pone de moda. Está de moda, por tanto, ir en contra de lo que está de moda, ante lo cual surgirá, cómo no, los que estén en contra de los están en contra de las modas. Si algo se pone de moda y a su favor hay una mayoría, raudo surgen como setas tras las primeras lluvias un sinfín de críticos a los que molesta todo lo que a otros gusta; así, surgen los en contra de la cultura de Appel y sus iPhone, de la sastrería femenina holgada, de los pantalones de tiro bajo, de los tipos que se dejan el pelo largo y se cogen un roete, de los humificadores, de las freidoras de aire -puag-, de las -los- que usan pestañas postizas, de las redes sociales, de los relojes inteligentes que te dan alertas para que andes, comas, bebas, duermas o tengas sexo y, solo falta, te indiquen con quién, de los que usan traje de chaqueta con deportivas blancas, del yoga y del pilates, de los bailes de salón, de las salas techno, de la comida sana mediterránea a base de mucha fibra, del running, de los gimnasios, del tofu a todas horas, de las Vans de cuadritos, de los tatuajes o piercings o los que se meten un aro casi tamaño inodoro en el lóbulo de la oreja, de las sudaderas tipo Gloria Vendimia con slogans al estilo No me enfado pero me da coraje, de coleccionar enanos en el jardín, de las mallas que marcan los surcos de hasta lo más íntimo, de los vaqueros pitillos, de los campana, de tener un personal training cachas, de montarse un apartamento turístico, de comer con palillos el sushi y que la bolita de arroz se te caiga en el bol de la soja, de irse de paseo con los amigos en mountain bike a hacer carriles cuando de toda la vida uno se iba de copas, de hacer pan casero, de lo políticamente incorrecto, de lo correcto, de comprar todo lo que venga con el sello sostenible, agricultura o ropa, o bio -biológico-, de los anglicismos usados en español tipo coolspoilerlifting o hipster -doblemente si se pone roete-, de la Semana Santa, de la Navidad. De comer seres que caminaban a cuatro patas, de la tauromaquia, del jamón, del vino. ¿Del jamón? ¿De la Navidad?
De entrada y, como primer avance ante el hecho, habría que ponerse en contra de todos los que se ponen en contra de algo aunque esto, en sí, sea ponerse en contra de uno mismo.
Como están de moda las zambombas en Jerez, raudos han salido a la palestra los que se han puesto en contra porque, dicen, viene mucha gente y se pierde la esencia, habría que volver a los patios de vecinos como si en estos tiempos quedaran patios de vecinos. Y el que venga mucha gente debe ser malo. Como en las Fallas, San Fermines o la misma feria de Abril, todos ellos reclamos culturales únicos de sus ciudades que irradian la esencia de estas tierras y eso llama tanto la atención fuera que cientos de miles de visitantes cada año las visitan para darles aureola internacional, llenar sus hoteles, colmar la restauración de la zona y dejar muy a las claras que la cultura, la gastronomía y el turismo son hoy por hoy la principal industria del país y, más aún, en estas tierras del sur donde hay poco más a lo que agarrarse, donde las industrias, en general, brillan por su ausencia y la economía se concentra en torno al tiempo libre, al ocio, al consumo en barra y, cómo no, al clima, hasta cuando llueve a raudales como en la primera mitad de este diciembre. La cultura es uno de los principales motores de la economía porque es única, apreciada fuera, hay que cuidarla, mimarla, apoyarla en su desarrollo y prevenirse porque irá a más. Y eso es bueno.
La Navidad es una fiesta íntima, que a medida que uno se va haciendo mayor combina a partes iguales la alegría y la fraternidad de la unión entre personas queridas, familia o esos amigos de los dedos de una mano que son familia, con la tristeza de las sillas que a uno le van quedando vacías porque marcharon, maldita sea, y aunque se les recuerde todo el año es en Navidad donde el vacío se hace mayor, donde los huecos sin relleno posible se hacen más notables y donde el ejercicio de mirarse hacia dentro y valorar es más intenso e íntimo. Los años, qué verdad, despejan lo importante, van apartando lo intrascendente, es por esto que las personas mayores cuando atraviesan la frontera octogenaria no se detienen en detalles nimios y van al grano, directos, con gracia y descaro a partes iguales. La Navidad es, también, el momento del año donde detenerse a valorar lo que se tiene, lo que se perdió, lo que queda.
También se puede no estar en contra ni de los que están en contra de lo que sea, sin que por ello se esté a favor. Sencillamente no estar ni a favor ni en contra, no estar. No estar agrupado sería, de hecho, una opción ventajosa de no ser porque no pertenecer a ningún grupo te hace sospecho para el resto de los grupos, por ejemplo en política. ¿Se puede no ser de nadie? ¿O ser un poco de todos? Sería raro y lo raro, sospechoso y, esto último, punible.
Me gusta la Navidad que circula por la mente y combina presente y pasado, recuerdos. Recuerdos de tantas otras navidades y de las risas que aún resuenan en la memoria como el eco seco que rebota en un acantilado, del sonido de las panderetas y de esos sorbitos de anís que atemperaban el ambiente y el canto.
A los que están a favor, a los en contra, a los en contra de los en contra y a los que no están agrupados. A todos, Feliz Navidad.

 
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