Inseguridad vial en el Camino de la Desviación – La Opinión de Málaga

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Tramo sin aceras en el Camino de la Desviación. A.V.
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En el famoso plano de Málaga de 1899 de Emilio de la Cerda aparece el Cerrado de Larios, unos terrenos junto al arroyo de San Telmo como única construcción de la zona, junto al vecino Lagar de Paredes.
Como muchas urbanizaciones de Málaga en zonas altas, cuando se levantó el Cerrado de Calderón y su entorno se tuvo en cuenta al conductor pero el peatón quedó para una ocasión posterior, como mero anacronismo pobretón. Lo podemos comprobar en un tramo vecino del Parque del Morlaco en el que la inseguridad vial continúa con los mismos niveles que hace décadas.
Y así, si alguien pretende enfilar el camino para acudir a pie, por ejemplo, a un acto en el Observatorio del Medio Ambiente Urbano -el privilegiado OMAU– ya sea porque quiere ejercitar las piernas o porque el coche lo ha aparcado lejos, deberá contar con ojos en la nuca.
Microacera. A.V.
Porque si uno deja atrás la calle La Vihuela y enlaza con el Camino de la Desviación, deberá pasar por un pequeño desfiladero, eso sí, con acera y tras bordear una urbanización con aparcamientos por el mismo micropasillo, se topará con un puente que apenas es un murete y que da a un despeñadero con árboles y arbustos de gran tamaño.
Si el paseante tiene vértigo deberá aguantarse y pegarse al ridículo murete porque no hay acera que valga y desplazarse a la derecha le supondrá tener que torear el mihura del tráfico rodado.
Por aquí transitan personas de todas las edades, también paseantes con perros y por ahora, no hay solución técnica que valga. Bastante hay con la microacera del largo tramo anterior, pensarían las mentes ilustradas que urbanizaron este despropósito.
El OMAU, al anochecer. A.V.
El cuadro se completa con la sede del OMAU, construida en el mejor emplazamiento de Málaga, unas instalaciones administrativas de ensueño pero que, siguiendo una larga tradición malaguita, fueron diseñadas obviando que este organismo se hizo para que entraran y salieran ‘personas humanas’, necesitadas de un mínimo de luz cuando llega la oscuridad, a no ser que se trate de invidentes.
Porque cuando cae la noche, la sede del OMAU se vuelve más oscura que el yogur de betún por el increíble detalle constructivo de que el edificio no cuenta con focos que lo iluminen y no basta la ‘gloria arquitectónica’ para propagar un halo que alivie la situación.
Así que ya saben, microaceras, un tramo sin acera y la boca del lobo al caer la noche. Clásico de las urbanizaciones ‘en altura’ alérgicas al peatón.
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