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La maquina de vapor de la avenida de Andalucía, la semana pasada. A.V.
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En cierto punto de la avenida de Andalucía, los malagueños y visitantes con ganas de constatar que Málaga es una capital cultural más allá de los museos, capaz de demostrar que protege y cuida todo tipo de fenómenos culturales que no se limiten a cuadros y esculturas, deberán hacer suya la cariñosa frase que Dante Alighieri descubrió a la entrada del Infierno: «Abandonad toda esperanza».
Y eso que en el programa electoral que los populares presentaron para las elecciones municipales de 2019 podía leerse: «Realizaremos un Plan Específico de Señalización en Vía Pública del Patrimonio Industrial de Málaga».
Como se aprecia, en este plan sobran mayúsculas y faltan ganas, porque uno de los elementos más grandes del Patrimonio Industrial de Málaga, una pieza que no se la salta un galgo, continúa como el soldado desconocido en mitad de la avenida de Andalucía y lo que es más sangrante: a un tiro de piedra de la sede del Partido Popular, aunque no parece que en su interior se hayan dado por aludidos.
Hablamos de un clásico de esta sección, no por masoquismo sino porque en todos los años que ha ido apareciendo este ejemplo de dejadez, el Ayuntamiento ha mostrado el mismo interés por enmendar el entuerto que por nombrar a Puigdemont Hijo Adoptivo de Málaga.
Otra vista de la máquina. A.V.
Así que a los visitantes y malagueños no les queda otra que sacar conclusiones partiendo de la placa ‘de fábrica’ de la maquinaria que reza: «Cie Fives-Lille. France. 1929».
En el suburbio francés de Fives, en Lille, se encontraba esta fábrica, creada a mediados del XIX, de la que salieron estructuras metálicas como las del soberbio puente de Alejandro III de París, los ascensores de la Torre Eiffel o la Estación de Orsay, también en la capital francesa.
A una escala menos grandilocuente, también fabricó locomotoras y hacia Málaga viajó una máquina de vapor para la famosa Azucarera Hispania, una fábrica de la que hoy sólo queda la chimenea cerca ya del Guadalhorce.
Pero cuando se desmanteló, una o varias almas sensibles fueron lo suficientemente sagaces como para preservar la máquina, que desde hace muchos años descansa en la avenida de Andalucía y de cuyo mantenimiento, al menos hasta hace unos años se encargaba el Colegio de Ingenieros Técnicos Industriales, cuya sede está muy próxima.
Ojalá que para las próximas elecciones nuestros políticos ‘redescubran’ la máquina de vapor de la Azucarera y nos regalen una placa identificativa. Historia tiene para contar. Ánimo.
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